La ultima lectura que tengo entre manos es Aquitania, de la escritora Eva García Sáez de Urturi, premio planeta 2020. No haré espoiler, tan sólo diré que las últimas páginas transcurren en una ciudad de Oriente, puerta hacia Jerusalén y de vital importamcia para los lugares Santos durante las cruzadas. Es por ello que tenía que escribir sobre ella. Sobre la mítica ciudad de Antioquía.
Hagamos un poco de Historia.
Fue una de las ciudades de Oriente más importantes de la Antigüedad y más tarde también por su relación con el cristianismo primitivo y de la Edad Media gracias a las cruzadas.
Fue fundada hacia 300 a. C. por Seleuco I Nicátor, general de Alejandro Magno. Recibió su nombre en honor a su padre Antíoco. Situada en la ruta que iba del mar Mediterráneo a Mesopotamia, la ciudad no tardó en crecer. No era para menos. Su artífice, creador de otras 69 colonias, había elegido muy bien el solar: en una serie de bancos modelados por el río Orontes, junto a los montes Silpios y Staurin, que lo resguardaban de posibles ataques.
Fue engrandecida y embellecida por varios reyes, y después que llegó a ser capital de la provincia Romana de Siria. Solo la propia Roma y la opulenta Alejandría superaban el esplendor de Antioquía en los siglos iniciales de la era cristiana, cuando llegó a ser conocida como la Reina de Oriente.
La Antioquía romana se comenzó a gestar en el 64 a.C. cuando fue conquistada por Pompeyo, que la designó capital de Siria y de todo el Oriente romano. Algunos de sus gobernadores fueron personajes de la talla de Agripa o Germánico. Emperadores, como Augusto, Trajano, o Adriano, la engrandecieron, haciendo de ella una urbe única en todo el Imperio Romano.
Algunas de sus construcciones no tenían parangón en el Imperio, como la Calle de las Columnas, una avenida porticada de tres kilómetros y medio de longitud, ordenada construir por Tiberio, o la Casa Dorada, una iglesia de planta octogonal cubierta por una enorme cúpula dorada, obra de Constantino y Constancio II. El hipódromo de Antioquía (67 a.C.) era una de las mayores construcciones de la Antigüedad, con 513 m. de largo, al menos dos pisos de altura y tribuna.
Con la nueva religion se convirtió en una de las misiones cristianas. Allí san Pedro organizó la iglesia más antigua tras la de Jerusalén, san Pablo debutó como predicador en una de sus sinagogas y san Mateo escribió su evangelio. La ciudad se erigió en una de las cinco sedes patriarcales de la cristiandad temprana, con Jerusalén, Roma, Alejandría y Constantinopla.
Paradójicamente, si por un lado, Antioquía se encontraba situada en un entorno privilegiado, en la fértil llanura de Amuk, por otro, se halla sobre la falla tectónica que atraviesa el Mediterráneo de norte a sur, motivo por el cual los terremotos han sido una constante a lo largo de su historia. Esa fue la causa por la que empezó a declinar en el siglo VI, a raíz de dos violentos terremotos y de la conquista persa.
Los emperadores bizantinos recobraron la plaza y le dieron un segundo auge, sobre todo Justiniano. Pero la expansión musulmana, un siglo más tarde, selló su decadencia al desplazar la capitalidad regional a Alepo.
Floreció de nuevo en el siglo XI, cuando los cruzados la hicieron cabecera de un principado latino. Sin embargo, tomada en el XIII por los mamelucos, luego por los mongoles y absorbida del XVI al XX por el Imperio otomano, quedó relegada definitivamente a un papel secundario.
ANTAKYA. LA LEGENDARIA ANTIOQUIA
Por desgracia, la monumentalidad de la antigua Antioquía no ha llegado a nuestros días, a causa principalmente de su ubicación geográfica. Sin embargo, los recientes trabajos arqueológicos han sacado a luz verdaderas maravillas.
Ocho campañas arqueológicas se sucedieron en Antakya entre 1932 y 1939 para buscar bajo su suelo aquel apogeo de la era clásica. En 1936, durante el clímax de las excavaciones, llegaron a trabajar en los yacimientos hasta dos mil operarios.
Sin embargo, pese a conocerse en detalle la antigua Antioquía gracias a testimonios literarios griegos, romanos, paleocristianos y bizantinos, no se encontró gran cosa en cuanto a edificios. Los sedimentos del Orontes habían borrado del mapa, por ejemplo, la isla Basileia.
Y la ciudad moderna cubría lo más relevante de la histórica. Nada quedaba de los numerosos templos paganos y sinagogas. De las iglesias apenas se hallaron dos.
Pese a ello, los múltiples hallazgos hacen de este enclave un imprescindible a visitar.
Grabado que representa la antigua puerta de la medina de Antioquía. Wikimedia Commons
La principal atracción de la actual Antakya la encontramos en su museo arqueológico, que acoge una de las mayores colecciones de mosaicos de época romana del mundo, y en el Hotel Museo Antakya. Otros monumentos de interés son el Charonion y la Gruta de San Pedro, cueva donde según la tradición San Pedro predicaba a los cristianos de la ciudad. Tampoco debemos dejar de mencionar los vestigios del acueducto de Trajano y Adriano, el Jardín de Dafne, a 8 km. de la ciudad, o el Túnel de Tito y Vespasiano, obra maestra de la ingeniería romana, a 35 km. de Antakya.
El Museo Arqueológico de Hatay, fue inicialmente construido en 1938 y dsde 2011 está siendo objeto de una total remodelación, cuyo objetivo es hacer de este museo, uno de los mejores museos arqueológicos del mundo.
El Hotel Museo Antakya. Cuando se inició la construcción del hotel en 2009, se descubrió el antiguo foro de Antioquía en el siglo IV d.C., cuya plaza central estaba decorada con un espectacular mosaico de 10.000 m² de extensión, el mayor del mundo conocido.
Las excavaciones también sacaron a la luz un maravilloso mosaico del siglo II d.C., el mosaico de Pegaso, con representaciones de Apolo y las nueve musas. Son visibles las termas romanas, del siglo V d.C., con todas sus estancias tradicionales, caldarium, tepidarium y frigidarium. Las excavaciones arqueológicas sacaron a la luz diversas estructuras de época romana y otras posteriores y más de 35.000 objetos. El lugar, bautizado como Museo Arqueológico Necmi Asfuroğlu, se puede visitar libremente y también se puede contemplar desde el restaurante y algunas habitaciones del hotel.
En la ladera del monte Silpios, se encuentra una colosal cabeza de Caronte, conocida como el Charonion. Se esculpió en tiempos de Antioco IV. A causa de una epidemia de peste que golpeó duramente a la población de Antioquía, el monarca ordenó la creación de esta estatua para aplacar la demanda de nuevas almas del barquero Caronte, que las transportaba al inframundo. Esta escultura pétrea podía ser vista desde cualquier punto de la ciudad, llegando a convertirse en uno de sus símbolos.
En Harbiye, un suburbio de Antakya, se encontraban los Jardines de Dafne. En este lugar, según la mitología, Apolo había perseguido a la ninfa Dafne, que fue convertida en laurel (Dafne en griego) por el dios Peneo para salvarla de los deseos de Apolo. Aquí, también según la tradición, contrajeron matrimonio Marco Antonio y Cleopatra y se hallaba un templo dedicado a Apolo, iniciado en el 300 a.C., cuyo oráculo fue uno de los más famosos del mundo antiguo.
La espectacularidad de los Jardines de Dafne se acrecentó en época romana, con la erección de nuevos edificios, como el templo de Júpiter por Julio César, el enorme peristilo junto a la fuente de Castalia mandado construir por Adriano, o el santuario subterráneo de la diosa Hécate, impulsado por Diocleciano. Por desgracia, este lugar mágico desapareció a finales del siglo IV d.C., arrasado tras el decreto de Teodosio contra el paganismo, y la irracionalidad de los radicales cristianos. En la actualidad, es posible pasear por este lugar idílico, rodeado de cascadas y cursos de agua, e imaginar su mágico pasado.
Fuentes
- VIATOR IMPERI – ANTAKYA. LA.LEGENDARIA
- Antioquía, la reina de Oriente