«Roncesvalles guarda memoria de gestas y cantares, del paso de viejas calzadas y peregrinos agotados en ruta a Compostela de reyes que alzaron hospitales, iglesias, claustros y capillas de hospitaleros que fueron y son sacramento de acogida del amor por su Señora de los valles vecinos, de su cofradía y de sus romeros, y de sus muchas cruces…»[1]
¡Imaginemos!, verano del año 778 dC (S. VIII), un gran ejército cruza los Pirineos de regreso a Francia. A la cabeza el emperador de todos los francos, Carlomagno, y en la retaguardia, con unos 20.000 soldados, su sobrino el conde Roldán. Tan grande era el número de soldados que marchaban y tan pesada la carga que transportaban – iban cargados de las riquezas obtenidos en las ciudades que habían saqueado y también llevaban rehenes por los que tenían intención de pedir cuantiosos rescates- que la marcha resultó cuanto menos lenta y penosa, tanto que al parecer mientras Carlomagno ya descendía por el otro lado de la cordillera llegando a Aquitania, la retaguardia todavía se disponía a atravesar los puertos de montaña. Fue entonces cuando un grupo de guerreros emboscados, no se sabe a ciencia cierta quienes, atacaron la retaguardia. Las crónicas hablan de una fecha, el 15 de agosto de año 778 y se conoce como la primera derrota de Carlomagno.
Alterada después, mitificada y transformada en epopeya épica por la «Chançon de Roland» (El Cantar de Roldán)[2], aquella derrota se ha convertido en la leyenda más popular de Occidente.