LOS AUGURIOS DE LUIS XVI REY DE FRANCIA “Nunca en 21”

Luis XVI retratado por Antoine-François Callet, Museo del Prado, Madrid.

El gran magnicidio, decretado por el propio pueblo, que supuso la muerte de Luis XVI, en una época marcada por profundos cambios sociales y políticos, no está exenta de alguna “anécdota” curiosa. Luis XVI era un hombre muy supresticioso que seguía a pies juntillas los consejos de su astrólogo. Éste le había aconsejado que evitara realizar actividades importantes el día 21 de cada mes,  pero, sin embargo, como ahora veremos, no siempre pudo hacerle caso.

Antes, hagamos un repaso de los acontecimientos.

La  llegada de un nuevo siglo, el S. XVIII, marcó una serie de cambios trascendentales en la mentalidad occidental. El Antiguo Régimen de los siglos previos de la Edad Moderna estaba marcado esencialmente por tres factores:

1-El Absolutismo real. El rey pretendía que su poder derivaba de Dios, a quien únicamente debía cuenta de sus actos.

2- La ausencia de representación popular. Los súbditos no tenían ningún derecho, pero sí el deber de obedecer.

3- Y el papel privilegiado de la nobleza y el clero.

 Este sistema, sin embargo, que se había desarrollado en Europa desde el Renacimiento, comenzó a ser cuestionado con la llegada de las ideas de la Ilustración Estas ideas, reflejo de las necesidades y tensiones de una sociedad cambiante, se basaron en el nuevo conocimiento científico del siglo XVII, que engendró una nueva fe en la razón y en el progreso. Voltaire, Diderot, D´Alambert, Rousseau,…… son algunos de los autores más representativos de este movimiento.. Estas ideas se difundieron entre la nobleza y sobre todo entre la burguesía quienes, con mayores ambiciones que los nobles, pretendían  implantar gobiernos verdaderamente representativos, basados en dos derechos fundamentales:

*Libertad, para expresar las opiniones.

* Igualdad de todos los hombres ante la ley.

Esto llevó a un rechazo de la autoridad y a una afirmación de los Derechos del Hombre, expresados en la famosa declaración de Rousseau de que el hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado. A finales del siglo XVIII, estas ideas fructificarían primero en América, con la independencia de las Trece Colonias inglesas de América del Norte(1776), y después en Europa, con la Revolución francesa de 1789, culminando en un sistema liberal.

Una cadena de acontecimientos marcados por la inestabilidad política, social y económica desembocarían en la Toma de la Bastilla.  El 14 de julio el pueblo de París asalta la antigua fortaleza de la Bastilla, utilizada como prisión y considerada como símbolo del despotismo regio.

El primer paso que tomó la Asamblea fue la elaboración de  la Declaración de Derechos del hombre y del ciudadano el 26 de Agosto de 1789, Influida por la Declaración de Indepedencia de los EEUU del 4 de julio de 1776 que quedaría  sintetizada en  tres principios: «Liberté, Égalité, Fraternité», verdadero emblema de la Revolución

Luis XVI, tras los acontecimientos de octubre en que el pueblo dirigido por “Las furias” que marcharon sobre Versalles,  se instaló en París y fingió aceptar la Constitución en 1790, por la que Francia funcionaría como una monarquía constitucional.  Sin embargo, tras su aparente conformidad, Luis XVI había pedido ayuda a los monarcas extranjeros e intentó huir de Francia. A partir de aquí, la fecha 21 jugará un papel un tanto macabro en la vida del monarca:

  • El 21 de junio de 1791 fue arrestado durante su intento de huida en Varennes.

    Jean Duplessis-Bertaux – Regreso de Varennes a Paris

  •  El 21 de septiembre de un año después vio cómo la Monarquía en Francia era abolida.
  • Y  el 21 de enero de 1793 fue ejecutado en la guillotina.

    Ejecución de Luis XVI Illustrateur; Charles Monnet (1732-180.?). Bibliothèque nationale de France)

La reina María Antonieta,  hermana José II de Hasburgo, Emperador de Alemania y Austria, sería también ejecutada meses más tarde el 16 de octubre.

La historia se repite??? A otro protagonista, Julio César,  unos siglos antes también le vaticinaron que se cuidara de una fecha «Los Idus de marzo»… Vaya! otro magnicidio…pero eso es otra historia!!!

Fuentes:

  1. MUJERES DE LEYENDA
  2. TRIANON DE LA REINA
  3. MUY INTERESANTE
  4. http://es.wikipedia.org
  5. http://thales.cica.es/rd/Recursos/rd99/ed99-0257-01/indiceh.html

En todas las casas cuecen habas, y en la de la Dinastia de los Julios-Cláudios calderadas!!!

Imagen

En honor al título de este Blog toca «una de romanos». Siguiendo la línea iniciada sobre parricidios “reales” me vino a la mente la gran obra “Yo, Claudio” de Robert Graves. En ella el protagonista, el emperador Claudio, nos cuenta las desventuras, más que aventuras, de la familia de los Julios-Claudio.

Si es cierto que la historia se repite, este bien podría ser un ejemplo de lo que ya sucedía en la antigua Roma al más mínimo indicio de sospechas de conspiraciones o traiciones. Felipe II no tendría, pues, la exclusividad sobre la “pena” a aplicar: dejar morir a un familiar!!! Una condena un tanto perversa, si se me permite.

Livila, Ara Pacis – Roma

Claudia Livia Julia, más conocida por su apodo Livila (la «pequeña Livia») (c. 13 a.C. – 31) fue la única hija de  Druso el Mayor (hermano del emperador Tiberio) y Antonia la Menor (hija menor de Marco Antonio y Octavia), por tanto hermana de Germánico y del futuro emperador Claudio. Livila contrajo matrimonio con el hijo del emperador Tiberio, Julio Druso.

La niña padecía la misma “dolencia” que el resto del clan Julio-Claudio: la ambición desmesurada que la llevó a tramar varios complots para alcanzar sus objetivos de poder.

Los primeros años de gobierno de Tiberio fueron solo de calentamiento en cuanto a asesinatos familiares. Su hijo Julio Druso, no podía optar al trono porque se lo impedía  Germánico (hijo de su hermano mayor fallecido en combate), pero esto se solventó  oportunamente gracias a la intervención de Sejano, asesor y mano derecha del Emperador, quien, al parecer, tuvo un papel importante en el envenenamiento del sucesor legítimo.

Livila, quien siempre había sentido gran envidia hacia su cuñada  Agripina,  en conjura con Sejano, su amante, logró condenar a ésta y a sus hijos, dejando despejado la sucesión al trono. De esta familia, el único varón que se salvó fue el entonces niño, Calígula, quien después asesinaría al emperador.  Pero esa es otra historia…

Drusus minor (Museo del Prado) 01

Julio Druso (Museo del Prado)

El emperador Tiberio, en Capri, dedicado de lleno a prácticas «deprabadas», en palabras de Suetonio y Tácito, dejó  los asuntos del imperio en manos de Sejano. Su hijo, Julio Druso, alcohólico y degenerado,  en el año 23 apareció muerto aunque nadie sospechó de que había sido envenenado. El historiador Tácito dice que “él emperador se convirtió en la persona más triste de la humanidad”.

A pesar de su desconfianza, Tiberio autorizó el matrimonio de Sejano con Livila y aún más, concedió a Sejano el consulado junto con él,  cosa que  había reservado solo para los herederos a la corona. La llegada de Tiberio a Roma en el año 31, informado de la traición cometida y de los rumores de conspiración contra él mismo, acabó con las conspiraciones del jefe del Pretorio quien fue convocado al Senado adonde acudió pensando que iba a recibir  gran parte del poder tribunicio, pero en lugar de eso fue leída una carta donde Tiberio lo acusaba de traición y daba la orden de ejecutarlo. Los historiadores antiguos coinciden en condenar a Sejano, aunque difieren en la teoría de quién manipuló a quién, si Sejano a Tiberio o Tiberio a Sejano. Según Suetonio, Sejano no fue más que un instrumento de Tiberio, la mano ejecutora en la caída de Germánico y su familia, al que el emperador eliminó cuando le dejó de ser útil. Tácito afirma, sin embargo, que el gobierno de Tiberio sufrió una degradación gradual tras la llegada de la corruptora influencia de Sejano.

Tras ello, la ex esposa de Sejano, Apicata, envió una carta a Tiberio donde denunciaba que Druso había muerto envenenado a manos de Sejano y de su esposa Livila. El copero de Julio Druso y el médico de Livila vendrían a confirmar tal acusación. Por estre crimen, Livila fue encerrada por su propia madre quien la obligó a morir de hambre. Su memoria fue maldita por el Senado y sus estatuas fueron quebradas.

JPaul Laurens The Death of Tiberius

Muerte de Tiberio, J.P. Laurens

Desde luego cuando dicen «en todas las casa cuecen habas….» y en la de los Julios-Claudios calderadas!!! Aún habría más… Afortunadamente parece que hoy día las ambiciones políticas no dan para castigos tan drásticos ¿o sí?.

EL PRÍNCIPE DESDICHADO

O de cómo un Rey y padre fue capaz de dejar morir a su propio hijo!!!

Felipe II por Sofonisba Anguissola, 1565 (Museo del Prado, Madrid, España) Kunsthistorisches Museum, Viena (Austria)

A lo largo de la historia muchos son los ejemplos que nos han llegado de «asesinatos familiares» (magnicidios, parricidios,…), cometidos por reyes, reinas, emperadores, príncipes… Famosos son los casos protagonizados, sin ir más lejos, por la esposa del primer emperador romano, Augusto. En la novela «Yo, Claudio«, Livia es mostrada como un personaje malvado, frío y calculador que recurre a todo tipo de estratagemas para lograr que su hijo Tiberio suceda a Augusto en el Trono de Roma. El narrador de la historia, Claudio, la incrimina por múltiples asesinatos, la mayoría por envenenamiento, entre los que se encontraría incluso su propio esposo, el Emperador.

En la Historia de España también existen algunos ejemplos conocidos. Recordemos como el Romancero, allá por el S. XI,  nos relata como el más famoso de los “caballeros” medievales, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, fue expulsado del Reino precisamente por exigir que el Rey Alfonso VI, acusado del asesinato de su hermano Don Sancho  II ,demostrara su inocencia . Fue el mismo Cid quien tomó juramento a Don Alfonso, en la Iglesia de Santa Gadea de Burgos, de no haber tenido arte ni parte en la muerte de Don Sancho.

Si bien, los ejemplos anteriores se diluyen en la leyenda, existen, sin embargo, otros casos que han quedado marcados en las páginas sin posibilidad de ser borrados o ser objeto de fábulas, leyendas  o mitos.  Esta fue la historia del más desdichado de nuestros infantes, el Príncipe Carlos, hijo de Felipe II.

Hijo del primer matrimonio del monarca con Da. María Manuela de Portugal, fue  educado  junto al medio hermano del rey don Juan de Austria y Alejandro Farnesio  y en 1560  fue reconocido como heredero al trono siendo proclamado «Príncipe de Asturias».

El príncipe de Asturias por Alonso Sánchez Coello, circa 1558, Museo del Prado

El Príncipe no estaba, lo que se podría decir, demasiado dotado para las labores de gobierno. Víctima, quizás, de la persistente endogamia de los Austria, adelocía además de un delicado estado de salud continuo, de una malsana afición sintiendo predilección, ya desde pequeño, por la realización de diversos actos excéntricos y crueles que infligía a animales y siervos.

Su padre le había prometido el Gobierno de los Países Bajos, pero en 1564, viendo el empeoramiento de su estado mental así como la situación extremadamente delicada en aquellas tierras sublevadas, decidió no ponerlo en sus manos, labor que  encomendó al Duque de Alba.

Si ya era bastante el odio y celos que el Príncipe sentía hacia su padre, por haber contraído nupcias con Isabel de Valois (la esposa que le estaba destinada a don Carlos pero que Felipe II, al enviudar, desposó), elste último desplante acrecentó la deseperación de Don Carlos quien decidió iniciar tratos con el conde de Egmont, uno de los líderes rebeldes en los Países Bajos. Desafortunadamente para él, El Rey fue informado de que el Príncipe planeaba huir a Flandes.

A medianoche del 18 de enero de 1568 el rey, junto a algunos notables del reino, se presentó en la alcoba del Príncipe, donde éste dormía placidamente. Éstos desarmaron a don Carlos quien confinado en sus aposentos en donde meses más tarde, quizás por las altas temperaturas que los mismos llegaron a alcanzar, murió un 28 de julio de 1568. La sospecha de una intervención directa de Felipe II en este trágico desenlace se convirtió en un elemento sustantivo de la «leyenda negra».

La Reina Isabel fallecería poco después, el 3 de octubre del mismo año, al dar a luz prematuramente y sobrevenirle unas fiebres de las que ya no se recuperó. Decían que su salud se había resentido con el disgusto.

Sus supuestos amores con la Reina Isabel fueron unos de los temas favoritos de los románticos y la historia de este príncipe desgraciado inspiró la trágica obra de Schiller en 1787, Don Carlos, así como también la famosa ópera de Verdi de 1866.